Morgan caminaba nerviosamente de un lado para otro de su cuarto: las mujeres habían sido transformadas en esclavas o bestias guerreras para emplearse en la batalla que, el día siguiente, empezaría; los soldados, que habían sido engañados por el sueño de una vida mejor y de una recompensa en dinero (sucio), estaban ahora llenos de odio, eran fieles a Morgan, y listos, motivados para luchar contra los seres humanos. Todo estaba listo, todo excepto Pe, quien no tenía gana alguna y no guardaba rencor para participar en aquella empresa mortal.
En aquel instante entró el hada y asustada dijo: “¡Morgan!, tu cólera ha llegado hasta aquí, no te das cuenta que un ejército de esclavos y mercenarios ya no te necesitará después de acabar la conquista de una tierra que ya no te pertenece. El títere eres tú, no ellos. Vosotros también explotasteis la tierra hace mucho tiempo, y por eso os puse aquí, para que no hicierais otros daños. Pe es un corazón puro, ¡déjala en paz!”. En cuanto pronunció esas palabras, empezaron a luchar por sus poderes mágicos: el hada representaba otro obstáculo a sus planes, pensó Morgan.
Simultáneamente, en otro sitio, otra escena estaba desarrollándose: la pobre Pe, al oír las palabras de su hermanito, procedentes de detrás de la puerta, se puso a llorar, aunque no hubieran conseguido abrir la puerta del cuarto donde Pe estaba recluida.
De repente el candado se rompió, la puerta se abrió de par en par y los dos hermanos, casi sin creer lo que sus ojos veían, se abrazaron. Se giraron y detrás de ellos estaba, en el suelo, el hada, casi dando sus últimos suspiros: ella había roto el candado. Se oían las voces y los gritos de los soldados que estaban para llegar; sin embargo, sobre ellos se podía entrever luces indistintas: eran las de una nave espacial. Estaban sanos y salvos.
En aquel instante entró el hada y asustada dijo: “¡Morgan!, tu cólera ha llegado hasta aquí, no te das cuenta que un ejército de esclavos y mercenarios ya no te necesitará después de acabar la conquista de una tierra que ya no te pertenece. El títere eres tú, no ellos. Vosotros también explotasteis la tierra hace mucho tiempo, y por eso os puse aquí, para que no hicierais otros daños. Pe es un corazón puro, ¡déjala en paz!”. En cuanto pronunció esas palabras, empezaron a luchar por sus poderes mágicos: el hada representaba otro obstáculo a sus planes, pensó Morgan.
Simultáneamente, en otro sitio, otra escena estaba desarrollándose: la pobre Pe, al oír las palabras de su hermanito, procedentes de detrás de la puerta, se puso a llorar, aunque no hubieran conseguido abrir la puerta del cuarto donde Pe estaba recluida.
De repente el candado se rompió, la puerta se abrió de par en par y los dos hermanos, casi sin creer lo que sus ojos veían, se abrazaron. Se giraron y detrás de ellos estaba, en el suelo, el hada, casi dando sus últimos suspiros: ella había roto el candado. Se oían las voces y los gritos de los soldados que estaban para llegar; sin embargo, sobre ellos se podía entrever luces indistintas: eran las de una nave espacial. Estaban sanos y salvos.
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