jueves, 12 de marzo de 2009

Historia 2

No era la primera vez que Pe se sentía así. No le gustaba experimentar esa sensación; ya debería de haberse acostumbrado, pero por desgracia, no. La aislaban, la criticaban, cuchicheaban sobre ella, y no solo a escondidas, sino casi en sus narices. Pero ¿por qué? No era un bicho raro, o al menos, no el único en su zona. El hecho de tener un solo ojo (de ahí el nombre Pe, de cíclope) la había convertido en el centro de todas las conversaciones, porque lo de poder mimetizarse con cualquier cosa, lo de leer las mentes ajenas, o lo de teletransportarse ya no eran una novedad. Lo suyo llamaba demasiado la atención, era demasiado evidente.

Decidió volver a casa por un atajo para esquivar las miradas ajenas, no tenía ganas de recorrer el camino de siempre.

Pe seguía pensando en la situación que tenía: no tenía amigos porque toda la gente la miraba como a una persona de la que estar lejos. Ella más veces había intentado establecer relaciones también con sus compañeros pero ninguno tenía ganas de hablar con ella quizás por miedo u otra cosa. Después de unos diez minutos de camino, pasó al lado de un bosque y oyó una voz que la llamaba.
Pe tuvo miedo, era una voz lejana y de mujer que seguía llamándola. Pe no comprendió de dónde venía aquella voz y empezó a andar por el bosque…
Cuanto más caminaba más se acercaba la voz. Llegó cerca de un lago y vio una imagen reflejada en el espejo de agua que no era la suya sino la de una mujer muy joven y resplandeciente que la llamaba.
Una vez tomado el coraje, empezó hablar con el hada del lago.
“Pe…” dijo el hada. “¡Al final he conseguido hablarte! He esperado mucho tiempo… En estos años muchas veces te habrás preguntado el porqué de tu aspecto, te habrás sentido diferente y parte de un mundo que no te pertenece. Si sigues todas mi instrucciones comprenderás muchas cosas.”
Pe no comprendía nada de lo que el hada le estaba diciendo. Ella creía estar en un sueño.
“No tengas miedo Pe” le dijo el hada. De repente, delante de Pe apareció una espada y el hada dijo: “Pe tienes que afrontar pruebas diferentes: primero con esta espada tienes que romper los espinos del denso bosque y una vez pasados estos, tienes que destruir a un monstruo de hielo. Al destruir al monstruo, aparecerá una llave. ¡Que tengas suerte!”. Y el hada desapareció.
Pe hizo todo lo que el hada le había dicho y con la llave encontró una nota: “Pe, con esta llave tendrás que buscar el árbol más grande y peculiar del bosque y allí descubrirás el porqué de esta misión...”

Pe no sabía qué hacer. Era una situación absurda. El bosque estaba lleno de árboles y no sabía dónde buscarlo. Ella, desmoralizada y asustada se sentó a llorar a los pies de un árbol. Pe se durmió con las lágrimas que caían.
Cuando se despertó un rayo de sol le iluminaba el rostro. De repente, Pe vio delante de sus ojos el tronco de un árbol que tenía algo extraño. Se acercó para ver mejor. ¡Pe no podía creer lo que veía! Sobre el tronco había un dibujo de un ojo y debajo aparecía una historia de una cabina espacial y al lado tres personas, y una parecía una niña, todos con un solo ojo. Pe comprendió todo. ¡Era su historia! Ella no era de aquel mundo. De ahí tanta incomprensión con respecto a ella. Ahora todo estaba más claro... pero ¿la llave? ¿Qué tenía que hacer con ella?
De repente Pe oyó un ruido. Se volvió pero no vio nada. Ella continuó mirando el dibujo y no prestó atención a eso. Después, otros ruidos entre las hojas. Pe empezó a tener miedo. Ya no tenía la espada. Rápidamente trepó al árbol. Pe temblaba como un azogado, cuando una extraña criatura salió de una mata. Era tan grande como una piña más o menos, con dos grandes ojos negros, una larga cola dorada y la piel blanca. Pe pensó que era un animal normal del bosque pero ella estaba equivocada. La pequeña criatura empezó a hablar:
- ¡No tengas miedo! ¡Solo quiero hablarte un momentito!
Pe respondió con voz trémula:
- ¿Quién eres?
- Soy Net, el jefe de una tribu de criaturas con capacidades especiales. No te preocupes... no quiero matarte, solo quiero ayudarte. ¡Bájate del árbol, por favor!
Pe se fiaba de aquella extrana criatura. Se bajó del árbol y se puso cerca de Net.
-¡Sabíamos que antes o después uno de vosotros habría vuelto!– dijo Net.
-¿Uno de nosotros? –preguntó Pe– ¿Has conocido a mi familia? …
-Claro que sí. Han sido tus padres los que me han enviado a la Tierra para buscarte. ¡No puedes imaginar lo contento que estoy de haberte encontrado! ¡Llevo diez años buscándote!- dijo Net.

Pe escuchaba atentamente y tenía muchas preguntas que hacer. Empezó :
- ¿Dónde viven mis padres? ¿Por qué yo no estoy con ellos?
- Espera, ahora te contaré todo lo que ha pasado- dijo Net-. Un día, tus padres, tus hermanos, tu y yo estábamos haciendo una excursión espacial y de repente algo horrible ocurrió. Durante el regreso, un meteorito golpeó la nave espacial, ¡dejándola completamente sin control! Lamentablemente tus hermanos y tú erais muy pequeños para entender lo que estaba ocurriendo. Tus padres tuvieron que meter a tus hermanos y a ti en una nave de emergencia y e intentar aterrizar igualmente en el planeta más cercano para luego arreglar la nave espacial y recogeros!

Pe, incrédula, preguntó:
- Yo... ¿tengo hermanos?
Net contestó:
- Sí, por supuesto, tienes dos hermanos, a los que todavía estoy buscando. Deberían de tener más o menos diez años; ¡uno se llama Seba y el otro Tiago!
- ¿Dónde estarán?- preguntó Pe.
- No sé, pero tengo razón para creer que están aquí en la Tierra ellos también!
- ¿Y mis padres? ¿Dónde están?
- Tus padres viven en un planeta cercano a donde vivo yo, por esos somos amigos... Ellos también te estarán buscando ahora!- respondió Net.

Pe se puso a llorar. No podía creer que en menos de un día hubieran ocurrido tantas y tantas novedades en su vida. Net abrazó fuerte a Pe y se le escapó una lágrima de felicidad.
- ¿Qué vamos a hacer para encontrar a mis hermanos?- preguntó Pe.
- Pues nos ayudará el hada que encontraste...

Los dos marcharon hacia el lago donde Pe había encontrado al hada. Pe y Net caminaban y charlaban tranquilamente, cuando, de repente empezó a llover muy fuerte y el cielo se puso negro. Entonces Net gritó: " ¡Tenemos que encontrar un refugio lo más pronto posible!”. "Rápido, por aquí! Creo que he encontrado algo" gritó Pe. Los dos entraron en una cueva. Apenas entraron, se dieron cuenta de que no era una cueva como las demás: estaba totalmente alumbrada y se veían por todos lados imágenes reflejadas ...

En el interior, la cueva era muy ancha y había en ella una claridad extraña y blanca. Era la luz de las piedras preciosas que, engarzadas en las paredes de piedra, resplandecían como si fueran estrellas: los diamantes, blancos y limpios como gotas de agua, las esmeraldas de un verde profundo; los zafiros semejaban grandes flores azules y los rubís parecían pequeñas llamas ardientes.

Pe y Net, ante de toda esa maravilla, no daban crédito a lo que veían y se quedaron boquiabiertos. Por todos lados había espejos oscilantes donde se veían imágenes reflejadas de Pe y su familia pero, cuando Pe intentaba acercarse, éstas desaparecían de repente tanto que al final quedó sólo una. "¿Qué significa todo esto?" se preguntó la pobre Pe. La imagen mostraba un candado dorado que cerraba la puerta de un palacio gigantesco.

"¿Y vosotros, quiénes sois?" gritó de repente una voz desde atrás. Pe y Net se giraron asustados y con gran sorpresa vieron a un duende con una barba muy larga y blanca. "Os he hecho una pregunta, ¿entendéis?" dijo el hombrecito. En seguida Net respondió "¡Perdone la intrusión, señor! Necesitábamos un refugio para la lluvia y hemos entrado aquí, pero no queremos hacer nada malo". Pe pensaba todavía en la imagen del candado y, dirigiéndose hacia el duende, dijo "¡Ojalá Usted pueda ayudarnos!". Pe empezó a contarle su historia: el hada, las pruebas, la llave, el árbol, el accidente que tuvo con su familia y la necesitad de encontrarla, el deseo de respuestas a sus preguntas...

El duende escuchaba atentamente cuando de repente explicó "Estos espejos tienen el poder de reflejar lo que deseamos con más ardor. El último que queda es el más cercano en el tiempo y en el espacio. El palacio de la imagen es lo que un gran escritor y poeta, Rubén Darío, llamó el «Palacio del Sol»: hay quien dice que nunca ha existido, otros afirman que muchos han partido para buscarlo pero nunca han conseguido encontrarlo, otros aún están seguros de su existencia pero no tienen idea de dónde está...Yo, personalmente, no lo sé, pero puedo conduciros ante el centenario Morgan, el más anciano y sabio de nosotros, aunque no estoy seguro de que nos acoja: no se muestra muy disponible desde cuando su discípula Noemí fue expulsada por haberse enamorado de un humano; ella era más que una hija para él". A pesar de esas palabras Pe todavía no había perdido la fe, al contrario, tenía mucha confianza en la magnanimidad del viejo sabio que portaba un nombre tan imponente y digno de respeto... ¡MORGAN...!

Así los tres empezaron su camino, andando a través de una muchedumbre de pasadizos estrechos y enrollados por las tinieblas y confiándose a la sola, débil luz de una lámpara de aceite. El duende no dejaba de repetir "¡Seguidme y fijaos en donde ponéis los pies! No os paréis por ninguna razón: ¡es muy fácil perderse en esta oscuridad!" repetía de vez en cuando. Después de unas horas llegaron delante de un portón que parecía demasiado grande para la dimensión de aquellas criaturas tan pequeñas. Pe estaba cada vez más atemorizada pero así y todo era su única posibilidad. El enano dio tres poderosos golpes en la puerta, que se abrió al instante como si hubiera sido abierta por una fuerza oscura y sobrenatural. "¿Es posible que la sabiduría del sumo Morgan llegue a tal punto...?". Así era, él ya lo sabía todo. "¡Entrad!" gritó, "¡no tengáis miedo!" añadió... Los tres avanzaron con pasos inciertos y titubeantes...

La puerta se cerró de repente y fragorosamente detrás de los tres, como si fuera imposible volver, así que Pe y Net se encogieron y cautamente se arrimaron la una al otro mientras recorrían un ancho pasillo; el aire estaba volviéndose tan irrespirable que se preguntaron, asustados, si aquel sitio era todavía la Tierra o quizás otro planeta desconocido.

En cuanto consiguieron salir del pasillo, frente a Pe y Net, en la niebla, empezó a entreverse un pueblo muy pequeño, campesino, habitado por criaturas muy raras, aunque a primera vista bastante amistosas y afables, y donde la naturaleza parecía seguir un propio ritmo, con respecto del progreso tecnológico al que Pe estaba acostumbrada.

Allá, en un castillo, rodeado por sobrias murallas y que destacaba del ambiente por su aire retrospectivo, los esperaba Morgan, el sabio jefe del pueblo, quien, al verlos, parecía casi ansioso y demasiado afanoso por acogerlos: “¡Bienvenidos!” dijo el viejo canoso esbozando una sonrisa “Acércate, Pe” declaró, con un rostro paterno y un actuar cariñoso y acogedor. “¿Lo ves?” dijo enseñándole los alrededores desde la ventana “Aquí todos tenemos algo extraño, algo que, si bien deforme, nos califica e identifica y por eso no hay razón por la cual mofarse. Aquí estás como si estuvieras en tu casa. Los seres humanos nos relegaron, hace mucho tiempo, a este rincón apartado, destruyendo y explotando una tierra que también nos pertenece: demasiado tiempo ya ha pasado para que sigamos callando frente a estos atropellos. Te ruego que pienses bien en lo que has tenido que aguantar y padecer durante demasiado tiempo – risas, críticas, soledad – ya que éste probablemente sea el momento oportuno para que nos venguemos ¡De una vez por todas! Pero ahora descansa y come cuanto quieras. Mañana hablaremos.”

Ante a aquellas palabras Pe se quedó trastornada. Quizás ella no podía leer las mentes ajenas, y era obvio que dos ojos veían mejor que uno, pero la atormentada y angustiosa experiencia de aislamiento que ella había aguantado, a lo largo de su tierna edad, le había conferido el don de observar e interpretar profundamente la sinceridad de las personas. Algo no la convencía.

Entre tanto Net y ella, después de comer abundantemente, habían sido conducidos al cuarto de los huéspedes, en un ala abandonada y lejana del castillo. Una corazonada levantó a Pe de la cama: de hecho comprobó que las puertas habían sido cerradas: “¡Net!, ¿qué haremos?” le preguntó asustada, cuando, de repente, oyó una voz flébil pero familiar detrás de la puerta: ¡era el hada! “¡Pe!” dijo el hada “No te preocupes, ¡te sacaré de ahí!, usa la llave que te di en el bosque”. En aquel mismo instante, en otra habitación, Morgan paseaba excitado e impaciente; una voz procedente de la puerta silbó: “Está todo listo para mañana, señor”. “¡Bueno!” contestó el brujo carcajeándose.

Pe empezó a buscar la llave por todas partes pero no la tenía en ningún sitio. Net le preguntó si no la tenía en el bolsillo de los pantalones, mas la llave tampoco estaba allí. De nuevo, ella no sabía qué hacer porque estaban encerrados en aquella estrecha habitación. De repente Pe recordó que había oído un ruido mientras estaban andando desde el bosque hasta la cueva con las piedras preciosas y entendió que había perdido la llave allí.

En el cuarto había solo una ventana muy pequeña con barrotes de hierro y Pe no podía atravesarlos. “¡Ojalá pudiera pasar!” dijo Net. “¡Qué buena idea! Pero tienes que darte prisa porque ya es de noche” respondió Pe. Net subió a los hombros de Pe y salió por la ventana. Afortunadamente la habitación estaba en el primer piso y por eso Net pudo saltar sin ningún problema.

Apenas levantó la mirada vio mucha gente de aquel extraño pueblo que estaba trabajando y transportando muchas jóvenes mujeres encadenadas en una cueva desde la que se oía un ruido de bestia feroz y desde la que salían llamas de fuego. Net deseaba estar allí para entender lo que ocurría en aquella cueva pero recordó que tenía que encontrar la llave para liberar a Pe y por eso empezó a caminar por el palacio en busca de aquella puerta desde la que habían entrado algunas horas antes. Por fin, después de una hora, encontró la puerta pero delante de ésta había dos guardias y no sabía cómo pasar; solo tenía que hacer una cosa: esperar el cambio de guardia. Inmediatamente después llegó Morgan y empezó a hablar con los guardias y en aquel momento Net logró salir del palacio.

Recorrió todo el camino hecho y encontró la cueva con las piedras preciosas y en el suelo estaba la llave de Pe. Net estaba muy contento y quería llevarla enseguida a Pe. Pero antes de regresar al palacio entró en la cueva para descansar un poquito. Él no podía creer lo que veía, había un chico que se parecía mucho a Pe y Net no tenía dudas: era el hermano desaparecido de Pe.

Y así era. Se trataba de Tiago, el hermano mayor de Pe. ¿Pero cómo consiguió encontrarlos? ¿Qué fue lo que le condujo hasta la cueva?… A Net le tocó la duro tarea de contarle todos los hechos y explicarle a Tiago que Pe fue había sido atrapada por Morgan y que él había sido enviado para hallar la llave perdida.

Mientras, en el castillo, una visita de control a la habitación de Pe hizo descubrir a los guardias que Net había huido; así, para atrapar al fugitivo, Pe fue trasladada a la habitación de la torre y Morgan, a escondidas de Pe, mandó poner una trampa para Net en la vieja prisión. esde la ventana de su nueva celda, Pe contemplaba el horizonte, esperando que su amigo volviera con buenas noticias.

Durante el viaje de regreso, Net volvió a contarle todo detalladamente a Tiago, pero no supo el motivo por el que él estaba allí. “¿Cómo has llegado aquí?” le preguntó. Y Tiago respondió: “Sabía que podía hallar a Pe, porque sentí que estaba en peligro, y con un barco construido con mis manos, el instinto me condujo hasta aquí, pero solo he llegado hasta la gruta, ¡donde no he encontrado a nadie!” “Entonces, ¿has seguido la llave? Sólo has llegado hasta dónde estaba la llave” le dijo también Net. “¡No sé!”, contestó Tiago pensativo. Juntos llegaron a la de conclusión que el hada era el medio de comunicación entre Pe y su familia lejana: la llave donada a Pe era su señal distintiva, y con ella, la nave de Tiago logró encontrarla.

Para huir de la trampa, Net y Tiago tenían que maquinar algo que pusiera en dificultades a los guardias que vigilaban la torre donde había sido desterrada Pe. Además, todavía quedaba por conocer el motivo de su secuestro.

... (si no te gusta el final que vas a leer, no pasa nada: ¡tendrás otros alternativos!)


Durante el trayecto hacia el castillo, a Net le volvían las imágenes brutales de las llamas de fuego que salían de la cueva y la preocupación aumentaba. Net temía lo peor, pero procuró mantener la calma para no asustar al pobre Tiago. De todos modos había que darse prisa y liberar a Pe.

Cuando llegaron al castillo Net condujo a Tiago a la habitación donde estaba encerrada Pe, sacó la llave del bolsillo y, entusiasta, abrió la puerta. Con gran decepción la prisión estaba completamente vacía. Los guardias se habían enterado de que Net había huido y seguramente estaban esperando su regreso al castillo. Net y Tiago recorrieron todas las habitaciones del castillo sin hacer ruido pero no encontraron a nadie. Estaban a punto de perder la esperanza cuando, de repente, oyeron una voz débil que pedía ayuda desde la ventana de la torre. Los dos acudieron a la torre pero vieron dos guardias que vigilaban la habitación donde Pe estaba encerrada. Había que buscar otra solución, así que cogieron una cuerda, la lanzaron hacia la ventana y Pe logró bajar y huir de la prisión sin ser vista por los guardias.

En cuanto Pe se enteró de que el chico frente a ella era su hermano Tiago, rompió a llorar y se estrecharon en un largo abrazo. ¿Ahora cómo podían avisar a sus padres y dónde estaba el hermano menor Seba? Fuera del castillo encontraron al hada que les indicó el rumbo para llegar al lugar donde estaba el pequeño Seba. Net, Pe y Tiago siguieron las indicaciones del hada, llegaron a una cueva donde estaba el niño y finalmente, después mucho tiempo, los tres hermanos pudieron reunirse.

No quedaba más que avisar a los padres, los cuales vivían en otro planeta. Seba se acordó de que, a lo largo de todos aquellos años, había conseguido arreglar la radio transmisora de la nave espacial con la que sus hermanos y él aterrizaron sobre la Tierra. Por lo tanto, Seba los condujo a la nave y lograron transmitir ondas sonoras que fueron recibidas por la nave espacial de sus padres. Después de algunos días de espera, ellos llegaron a la Tierra y todos juntos volvieron sanos y salvos a su planeta de origen.

(quiero leer el final 2, el final 3)

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